UN CERDO EN SERRANO

Esta mañana, mientras algunos estábamos ojeando las estanterías de una librería, buscando no se sabe muy bien qué, han comenzado a escucharse unos chillidos de tono alto, de esos agudos que no promueven la concentración. Tras tales sonidos, un par de voces femeninas se colaban entre los libros: "¡ay, que mono!" y "¡está para comérselo...!", así como otras expresiones del mismo palo que se mezclaban con los grititos ya descritos.

Tal las cosas, se produjo un silencio en el interior de la tienda. Los que tenían un libro entre manos dejaron de hojearlo y los que perseguían a alguna persona uniformada con el fin de ser atendidas, se olvidaron de la presa, y quietos, escucharon. De seguido, dos, tres, cuatro, cinco miradas se cruzaron unas con otras mendigando una explicación para tal alboroto. Pasados apenas dos segundos, una de las dependientas exclama a media voz: "¡No me lo puedo creer...!", y plantándose en dos grandes pasos frente al escaparate de cristal, confirmó sus sospechas y entre risas anunció: "¡Es un cerdo!".

Efectivamente, una cría de gorrino de tronco ibérico se removía inquieta, entre tantos miramientos. Estaba sujeta a través de una glamurosa correa de cuero rojo a la mano de su dueña, la cual aparecía henchida cual pavo navideño, sabiéndose, como se sabía, el centro de atención.

La pregunta del millón esta vez es: ¿originalidad o vacuidad? Mi apuesta va a por la segunda alternativa. ¿Que por qué? Pues por simple estadística; porque es mucho más complicado ser orignal con fundamento -con razones-, que acabar siendo un hortera. Y si este no es el caso, entonces pasear a un guarro por Serrano atado con una correa cara, creo que es un síntoma de vacío vital, que si no, en algo más provechoso hubiera empleado su tiempo y su inteligencia. ¿O no?

Comentarios

Carlos de Bergerac ha dicho que…
sin embargo, pasear a un perro es un sintoma de riqueza interior y de una vida ordenada, ¿no? Juzgar la integridad moral de una persona por su mascota, no me parece del todo correcto

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